A C.
¿Qué hacer
cuando uno decide alejarse de otra persona, así no lo desee? ¿Qué hacer cuando
no sabes si eso es una solución?, pero, a la razón o la fuerza, tienes que
hacerlo. ¿Qué hacer cuando reprimes algo que estaba naciendo y que se preveía
bueno? Uno nunca sabe muy bien qué hacer, aunque casi siempre va por ese camino
opuesto para no generarse conflictos consigo mismo. Uno no sabe muy bien qué
hacer, simplemente deja que los hilos de la vida tejan la vía del otro hacia un
extremo distinto, alejado. Uno no sabe qué hacer, pero siempre nace cierta
necesidad de saber qué hace o cómo se siente ese ser distante que vive en sus
frecuentes pensamientos. Uno nunca sabe qué hacer cuando ya no se puede cotejar
tantas similitudes y afinidad. Uno no sabe qué carajos hacer.
Y aunque
lejano, ese ejercicio penitente de revivir algunas cosas, hace que uno sienta
al otro ser, a solo algunos metros. Este ejercicio entretenido, pero
nostálgico, retrata en ese espacio vacío sonrisas bonitas, miradas de un tono
verde perfecto, largas caminatas, palabras con sarcasmo y risas de altos
decibeles que muestran proximidad en la nada. Esos ejercicios incentivan a ese
ser envalentonado que siempre se muestra duro -y que en su vida pensó escribir
algo así-, a ir al otro extremo de la ciudad, abrazar a ese pequeño ‘monstruo de
ojos verdes’ (como el del libro de ese color) y decirle “Quédate”. Ir a
abrazarla, como no lo hizo la última vez, aunque moría por hacerlo largo rato,
y congelar el tiempo en todo sentido… En este día sin verla, en este día que sí
la escuché quebrada; es cuando más la extrañé porque sé que aquí empieza la
pregunta oculta: “¿cuándo la volveré a ver (si es que vuelvo a hacerlo)?” Y si
eso pasa alguna vez, ¿seremos dos perfectos desconocidos? Ojalá que no.
De E.
***A veces es difícil coincidir en tiempo y espacio, pero más aún, es difícil coincidir en intereses y objetivos; y el haberte conocido, me lo hizo saber muy bien.
¡Ya te extraño, ojitos bonitos! Hasta alguna vez.