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Dónde nos leen

sábado, 25 de abril de 2009

Unas compañeras leales


¿Definición exacta para mí? No la hay. Soy más de uno en un día. Al llegar al trabajo soy el más impávido. No me sorprendo con nada. Al salir de la cabina, algo egocéntrico y al mismo tiempo calculador. Al tomar el carro de regreso a casa un camotudo empedernido, que al cruzar miradas con alguna desconocida niña, ya está planeando cómo será su luna de miel y cuántos hijos tendrán. Al bajar del carro y en el trayecto a casa, mi burbuja se rompe con violencia al ver que el viaje a Aruba y mis engendros se fueron como agua de río: muy rápido.


Al llegar a mi agridulce hogar no hay nada más enternecedor que escuchar los improperios de tu cándido abuelo. Lo único que me queda es refugiarme, salir un poco de mi pusilánime realidad, cogiendo mi tabla e ir a surfear por la ambigua internet.


Las 6:30! Carajo. Tengo que alistarme! Ligera ducha y ya estoy. El Icpna me espera. Me subo en un carro hasta Wilson por cincuenta cents. La cara larga del cobrador se ve retadora, enojada, al punto de querer insultarme, pero a mí no me importa. Es la tarifa justa, aunque el alcabalero me quiera lanzar por la ventana de emergencia, yo estoy lo más tranquilo posible. Desde esa impasable avenida tomo otro troncomóvil hasta Angamos por una luca. Llego frecuéntemente temprano y doy vueltas con un pucho en mano, obviamente, fuera de mi centro de relax, perdón, de estudio (una vez prendí un cigarro en el quinto piso de ese lugar y un profesor neurótico casi me bota a patadas), y miro lo que me ofrece la ciudad: humo, emos, homos y demás. Un panorama nada envidiable.


7:50! Hora de entrar a clase. Suerte la mía por sentarme al lado de una arequipeñita linda, de mirada asesina, unos brackets recién insertados -pues, los dientes se notan desviados aún- y un celular que me aturde cada cinco minutos. El lapso en el que estudio es el más distendido. Me río de todo, gozo con los ademanes de mi bien alimentada Miss Paloma, disfruto con cada tipo raro que hay, pues en su rareza, veo un desatino formado, un posero ya cuajado... En fín, es su rollo y respeto su ridiculez.


El tiempo pasa rápido. Por la Holly shit! Las 10! Un frío cálido y un timbre impasable retoca mi afligido oído derecho. Al salir todo vuelve a la normalidad, los fantasmas -que, conmigo ni eso quieren llegar a ser. Debería decir: Almas en pena- retornan a mi inocuo pensamiento. Es tiempo de regresar a casa. Caminar de Angamos a Aramburú es, en cierto modo, desestresante, porque puedo pensar en todo lo que me pasó durante el día y hacer un desahogo mental. Admiro las calles solas, el espacio vacío, y contemplo mi psique en blanco a la espera ser tatuada con alguna gracia o fantasia.


Quizás esa vía grafica lo que soy, alguien ligéramente insustancial, que espera que algo (o alguien), lo deje absorto, fuera de si, y así, destruir la frialdad con la que se maneja. Soy un tipo que desea acribillar a su timorato yo, para dar pase a un reinventado ser. El mentado camino viene a ser mucho de mí. Ese tramo es corto, y yo no paso del metro sesenta. Ese sendero tiene muchos baches, y yo tengo muchas taras. Muy de noche, aparecen personajes disfrazados a dedicarse a su oficio lechucero, y a mí de madrugada me salen granos que se dedican a joderme al día siguiente. Los autos van velózmente, y mi mente lleva ideas igual de alocadas. En su naturaleza ese tramo se ve callado (a esa hora), y yo soy medio parquillo también. Pero, éste podría ser el mejor motivo, o al menos, el menos malo. Al terminar la caminata siempre miro con atención un cartel, que, por más que esté estático, lleva una simpática carita feliz, amarillenta, de ojos grandes, medio cojudona, pero ahí está. Es algo con lo que me identifico, pues asi me sienta peor que una garrapata rematada por tres furgonetas, siempre tendré una sonrisa acompañando mi poca afortunada cara. Siempre habrá algún motivo para reír. Siempre.


Puedo ser muchos a la vez, ser el más bipolar del mundo o sentir, valga la redundancia, mil sensaciones en 24 horas, empero, de algo soy consciente (pe', varón), si me frustró con lo que pasa en mi entorno, no tendré quién me levante. Si caigo por malas cosas, puedo quedarme en el piso. Si tan sólo pestañeo, puedo quedarme sin abrir los ojos. Así que por más que me sienta (y esté), solo, no tengo que fustigarme, sólo debo pensar en ellas, las que alivian mis pesares y aplacan mi mal ánimo. Las que siempre me encuentran aún sin querer que lleguen a mí. Sé que ellas siempre me serán fieles y estarán cuando más lo necesite. Ellas a las que les debo muchas horas de buena vida. Ellas, mis amadas "Música" y "Risa". No saben lo valioso que es tenerlas en todo lugar. Gracias por siempre despedazar mis negativas vibras. Las adoro.


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