
No sé por qué se me dio por revisar la bandeja de entrada del celular. Debo haber tenido demasiados mensajes y uno en esperando a ser visto. Qué tal viaje me di. Ir desde el primer mensaje de año nuevo (del 2009) de mi querido amigo Jesús Véliz hasta el último que me envió hace unos minutos mi “madre universitaria”, mi siempre abrazable Tatiana Chervelini.
Pasé por algunos valles pendejeretes, algunas vías cariñosas, algunos abrazos escritos, varios paisajes de risas (en especial por los sms de mi hermana), por ríos de bonitos recuerdos y unas desventuras amorosas espinosas, además de los pocos mensajes feeling que tengo (porque a la mayoría de ellos los mandé al olvido del “delete”).
Me detuve un buen rato en unas minimisivas, unos mensajes particulares de alguien que hoy quiero que sea parte del común y no mi -valga la “rebuznancia”- particular. Esos escritos del 28 de agosto, fueron tan lindos que ahora dudo que los haya escrito “ella”. Con cierta jodida pena los veo, los leo y releo, pero no me atrevo a eliminarlos… Al menos, aún no. Hoy 20 de Octubre, no.
Esta historia colapsó hace rato. No el viernes pasado en el que mandamos todo al diablo, en el que me acordé que era una persona frontal y dije las cosas con puntos, comas y hasta diéresis; día en el que me largué de la universidad, dolido, sí, pero no tan triste como esperaba. Con frío, sí, pero bien abrigado.
Camino a mi trabajo prendí 2 ó 3 cigarros, caminé hora y fracción y la malagana se me pasó. Llegué tranquilo y las canciones que suelen ser traicioneras conmigo, esta vez fueron de los más relajantes, tanto que me quedé dormido, pero a Dios gracias, la señal de la radio no se fue (a Dios gracias, otra vez).
Esta vez “F” hizo de las suyas. Ahora mismo estoy quemando neuronas al ver esos mensajes y los contrasto con lo que me dijo esta individua este último fin de semana: “Olvídalo todo, ya no me esperes, quiero que te ocupes de tus cosas y que te olvides de mí”. Fue tan rápido como un estornudo, tan doloroso como una operación sin sedante y tan triste como una navidad sin familiares. Ahora que tengo el material físico (los mensajes) y el intangible (los recuerdos) me doy cuenta que no es la misma persona. Quizás me la cambiaron, quizás esa variable personalidad cogió su punto máximo y cambió a rajatabla en unos cuantos meses –o semanas-. Y la verdad que da pena. Pena porque creí que era distinta y terminó siendo común, tristeza porque creo que aporte mucho y al final me robaron dichos aportes, algo así como un pensionista estafado. Algo colérico –sí, también- porque traté de conquistar lo inconquistable.
Jode y jode bien, pero como que ahora no me puedo permitir entristecerme. Deprimirme sería muy estúpido. Ahora no tengo licencia para eso, pero claro está que no puedo ponerme de pie solo, siempre hay alguien (además de mi madre) que me sostiene y me hace quedar erguido, que me aguanta la caída: siempre miro mi crucifijo –crucifijo que, además, ella me regaló-, veo la cara sonriente de Jesús (porque sí está riéndose y tiene sus 10 céntimos de gracia) y digo: “Por qué si él, estando adolorido por todas las perradas que cometemos sus hijos, sigue manteniéndose con una sonrisa, por qué yo no puedo mantenerme así. Sonreír no cuesta nada y vale mucho, así que –carajo- ríete todos los días.”
Bueno, considero que no tengo mucho por escribir hoy, me jugaron chueco, pero ésto lo redacté por puro amor a mi blog (o al menos así quiero creerlo), por mantener en forma a mis dedos (en forma de ollucos). Este personajillo murió y en su trayecto al “Yomotsu” se lleva el amor que siento. Ambos bajamos a un sótano (en todo el sentido de la palabra), pero, como realmente pasó, el que salió más rápido del fondo fui yo.
El mensaje por el cual borré algunos de sus pares y por el que escribí este post, nunca llegó, sin embargo, confío que el soslayo llegue pronto... Some people never know.
Suspiraban lo mismo los dos... y hoy son parte de una lluvia lejos...