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Dónde nos leen

domingo, 1 de junio de 2014

J


“Coco, ¿vamos?” Fue lo que dije después de saludar a mamá y al abuelo ni bien llegué a casa. Agarrar su correa  y ver la alegría de mi perro hizo que en cierta forma me contagiara de la misma, ya que llegaba un poco fuera de mí. Aunque al salir de ese hogar esa sensación se transformó en algo parecido a estar en la cima del Himalaya y pensar por lo que había pasado solo unos minutos antes. No sé, no me sentí ni bien ni mal. Solo quise caminar con este pequeño carnívoro de 8 años, despejar o, debo decir, ordenar pensamientos y llegar a la conclusión que debía refugiarme en esto que es mi vicio: escribir y soltar todo. Hacer catarsis, eso que alguien había hecho en este último día de mayo, este que está a punto de extinguirse.

(…)

Hoy, como la última vez que toqué este desordenado cuarto virtual, me toca escribir de ella. Ella que no es precisamente un canto a la afectividad, no es muy demostrativa. Aunque cuando ese tipo de personas hace algo así –feeling-, lo hace de corazón y de eso se sostienen estos párrafos que vienen a continuación. Esos que no sé si deba escribir, esos que pueden ser un Vía crucis o un recuento genial de esta noche que no hubiese sido bonita si no entrelazaba los brazos de ella, de ese ser tan especial, con los míos. Tener grabados esos segundos que pasaron y que fueron una eterna perfección, congelar esos instantes en los que no quise desprenderme de J, todo ello en conjunto fue una de las cosas más chéveres de este año. No quise dejar de sentir sus cabellos debajo de mis manos, sus ojos sinceramente cerrados y su respiración rápida (de verdad que no lo quise). Esa pequeña porción de tiempo hizo que me proyecte y que piense que al dejar de abrazarla ya iba a tener una larga vida junto a ella. En resumidas cuentas este horrible mes tuvo su mejor punto en ese rincón cerca a un lago artificial y junto a un miedo gracioso hacia las aves (su fobia).

Estar en ese parque enorme después de haber cancelado una caminata cervecera, tener la sombría noche de fondo, verla bajo ese faro de Narnia que alumbraba sus ojos rojos y cálidos, me convenció –o reconvenció- que esa oscuridad espesa se iba a disipar y en cierta forma así pasó. Tenerla al frente, escuchar medianamente lo que había hecho ese día, no ser tan detallista al decirme cómo es que se desprendió de sus demonios, pero sentir que se había quitado una roca pesada que la ataba a un pasado jodido y finalmente autodibujar en sí misma una sonrisa que tenía más luz que el faro adyacente, pagó toda esa larga fila de pasos que di para llegar a ese banquito resguardado por algunos canes y que tenía en ella ese elemento que hacía mágico todo ese ambiente.

(…)

“No te puedo contar todo lo que hice porque estoy bajo promesa” dijo para resumir ese ejercicio que mató sus miedos. Aunque por ratos soltó algunas de las cosas que la hicieron desfogar y sentirse libre. Ese “no te puedo contar”, se transformó en un “te lo cuento por partes y sin darme cuenta”. Y con lo poco que soltaba traté de armar cierta historia e interpretarla, traté de darle forma a esa mueca graciosa que componía de vez en cuando. Esa dichosa mueca, esa sonrisa que volvió a mover mi lado más visceral. Ese que había entrenado algunos días atrás para que sea tan frío como un pedazo de escarcha como el de esa vieja refri que tengo en casa. Esa sonrisa hackeó mi sistema y esa feroz y gélida parte entrenada, quedó hecha un ser indefenso, fácil de matar solo con lapo, totalmente vulnerable a su mirada.

Y fue en ese hablar y hablar en el que me preguntó si podía darme un abrazo y yo –incrédulo- solo atiné a burlarme, sanamente, claro. Y así se dio algo tan común para el resto del mundo y tan increíble para mí. Abrazarla fue una pequeña recompensa, creo yo, a esas pocas buenas cosas que he hecho en este tiempo. Tenerla un rato y sentirme tan bien es de esas cosas que no cambiaría por nada, aunque sé que ella no sintió lo que yo sentí. Ese gesto fue liberador para ella, pero más lo fue para mí. Con ese abrazo se me fueron las palabras y todo lo que dije después no estuvo hilado. Me quedé ahí, me morí en el tiempo y ya no hablé mucho (si alguna vez lees estas líneas, perdón por eso. Me quedé enganchado en ese instante y solo me concentré en ti).

Imagino, ya debe estar durmiendo sin temores, sin esa presión extra que la maniataba, que no la hacía del todo libre. Hoy sé que duerme más tranquila y que hoy 30 fue ese día bisagra que marcó el descanso de una vida pasada y que señaló un camino menos sinuoso. Hoy, fin de mes, puedo escribir que verla con una sonrisa legítima después de haber tenido muchas sonrisas incompletas, fue un buen punto final a este mes que ha sido su mejor mes productivo en este año. Verla feliz, puso un punto final bueno a este mes que no ha sido –para mí- del todo amigable.

Sé que aún le falta algo y ojalá ese "algo", alguna vez tome forma y sea parecido a eso que yo siento, a eso que un día la hizo soñar con este escribas (fue una pesadilla, lo sé). Veremos.

(…)

Ahora que estoy junto a Coco en la calle, viendo todo entre la nada, tengo la seguridad que verla feliz, (con esos ojitos llenos de lágrimas que marcan un cambio), también me hace feliz y que esos intentos fallidos de olvidarme de ella se hicieron trizas y se fueron olímpicamente al tacho.

jueves, 23 de enero de 2014

Hey, corazón


“Oye, se me acaba mi saldo. Ya, chao, chao, chao… Cuídate. Un besito”. Hasta ahora tengo retumbando en el tímpano derecho el speech de despedida que ha sido el mismo en las dos últimas veces que ella me llamó y que si terminó de decir todo ese rezo, entonces su crédito acabó con vida, casi en coma, pero respirando.

Agosto 2013 en la universidad:

- Chino: “O’e, hay que hacer grupo para Estadística, pe’”
- Yo: “Ya, pe’. Pero es de a tres y no veo candidatos para que estén en ¡mi! grupo, cholo”
-  Chino: “Sí… Mira, ella… Ella chambea conmigo”
- Yo: “¿Quién cholo? ¿Esa chica que parece sobrada?”
- Chino: “Sí, es Jennifer. Es un poco vaga, pero trabaja bajo presión…”
- Yo: “Hmmm. Pucha… Trabajar a presión, entonces. Ya, pues… Qué queda.”

Es el primer vestigio que tengo de esta chibola de 21, aunque ella –insistente- argumenta que en una situación parecida a la anterior, yo no quise que esté en el mismo grupo de Semiótica, ciclos atrás. ¡FALSO! Después, entre conversas, recordó que para ese curso, en su salón nunca estuvieron Rolo ni Lenin (compañeros de la universidad con los que formé un grupo en ese entonces) y eso echaba por tierra la supuesta choteada que me dejaba como un vil arrogante –algo que aún sospecho que cree-.

Con el transcurrir del ciclo, confirmé lo que el Chino me dijo la primera vez que hablamos de ella: que era algo vaguita, aunque Cano resultó más vago aún y este escribas con lentes: peor que ellos juntos (aunque solo por ese ciclo, ya que ellos eran una mala influencia).

Ella, despistada, casi siempre directa y algo renegona (sobre todo cuando nos sentamos al lado de parejas besuconas); me ha demostrado cómo se puede mantener a unos “pequeños aldeanos” ligeramente quietos y concentrados jugando a los taps, pintando o solo tomando néctar de durazno, todo a base de paciencia… Virtud casi inexistente cuando no está con los niños, lo que demuestra el gran ser humano que es, a pesar todo y a pesar de unos cuantos indeseables.

(…)

No sabía que en el diplomado también le habían enseñado a persuadir para lograr grandes ventas, como la de hace unas horas, pues yo, sin ánimos de adquirir plan telefónico alguno, caí redondito ante la posibilidad de tener un plan RPC. A pesar de mis sigilosos esfuerzos para decir “no”, cedí… Un éxito ella, pero es algo que ya es necesidad, pues su saldo se ve herido de muerte cada vez que hablamos. Solo hoy fueron 22 minutos de consumo, así que un plan para no ser tan usurero y poder llamar yo también, no caería mal. Aunque debo decir a mi favor que gasté los miserables 5 minutos de crédito que me alumbraban.

(…)

Dejando un poco de lado el sarcasmo tan típico en mí, ha sido bueno estar en el mismo grupo de Estadística, haber llevado el aburrido curso de Devoto (asquerosa materia) y haberle regalado un Frugos de S/.1.50 en su cumpleaños (estaba misio, pe’) porque, de alguna forma, estas situaciones fueron los primeros puntos de confianza que ambos nos tenemos y que, de mi parte al menos, agradezco, porque no siempre puedes ser “oídos y tiempo” para una voz con ganas de contar muchas cosas e irse por las ramas (cual mono), mientras las detalla y que a la vez –y sin darse cuenta- te hace más humano. Gracias por tener siempre de qué hablar, por las risas, por las pizzas, por las tonterías que solemos conversar, por los tragos, por haber sido un asilo cariñoso para un ser con manchitas (agradecer aquí también a sus papás, Emely y al buen negro), por Ari que es un dulce y gracias también, porque tengo siempre a quien corregir… Y ahora no solo en castellano, sino también en inglés. Perdón, no puedo dejar de ser irónico más de dos minutos.

Como siempre le digo, ha pasado tanto en tan poco tiempo y siempre ha salido bien que parece que hay pocas cosas que la pueden detener. Capacidad le sobra y la fuerza siempre la acompaña, al mismo estilo que Yoda (Star wars). Nunca se debe detener y jamás debe pedirle a Dios una mochila menos pesada, sino una espalda más resistente. Ha sido todo un susto, perdón, gusto, chibola.

(…)


Enero 2014: me convenzo que si hay que hacer quecos o malabares para que no esté con tristeza, pues, con gusto se hacen… Solo para que esa sonrisa, llena de gracia, nunca se le borre del rostro, corazón.



Que estés siempre bien.


*La de NSAD. Fonseca es pasable... Una de canción de One Direction ni a patadas estará por acá.